Rosa Herminia Contreras Baez
Aisén, Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo

La señora Rosa Contreras aprendió del oficio a los 12 años, motivada por las necesidades geográficas propias del entorno en que creció, ya que vivía en el Litoral de Aysén, específicamente en el sector de Playas Blancas, donde la única forma de movilización era por medio de lanchas. Ante este contexto, se vio en la necesidad de colaborar en la construcción de embarcaciones desde muy temprana edad, junto a su familia. 

Trabajaban con madera muerta de ciprés, una materia prima que se encontraba disponible en los terrenos familiares. La transportaban al hombro y fabricaban clavos utilizando alambre de cobre, material accesible y resistente, que moldeaban siguiendo la medida de un tornillo que pertenecía a su padre. Con estos clavos se ensamblaban las embarcaciones, lo que marcó el inicio de una tradición familiar que se convirtió en parte fundamental de su vida. 

El oficio fue aprendido en familia. Guiados por su abuelo, originario de Chiloé, quien llegó a Aysén en un bote a vela acompañado por su esposa, su hijo mayor y las madres de ambos —las bisabuelas de doña Rosa—, quienes vivieron hasta los 105 y 115 años. Esta familia pionera, se asentó inicialmente en el Estero Barro de Chacabuco, para luego trasladarse y contribuir a la colonización del sector de Playas Blancas. Durante su viaje llevaron consigo objetos esenciales para la subsistencia de su vida diaria, y partes fundamentales de su cultura chilota, como una piedra molejón, herramientas para el tejido a telar y una gran olla de fierro. 

Doña Rosa recuerda que, toda su familia tenía embarcaciones, y con sus primos después del colegio y del internado debían ayudar a sus abuelos, padres y tíos en la construcción de ellas. Con su padre y madre, Pascual Contreras y Rosario Baez, respectivamente, y también con sus hermanos, hicieron muchas embarcaciones sobre todo cuando estaba el “boom de la pesca” en los años 1980. Destaca que en ese periodo construían 2 botes de 6 metros al mes. 

Doña Rosa señala que el trabajo era exigente, ya que debían construir las embarcaciones en la ribera, lo que implicaba largos desplazamientos a pie y pernoctar en ranchos improvisados de madera. Aun así, recuerda que su tío Lindor desempeñaba una labor aún más sacrificada, dado que construía más lejos y debía transportar los botes río abajo o a caballo por tierra, demorando así un día  adicional para llegar a la ribera. 

Las embarcaciones grandes que construían en la costa, después las botaban al agua y navegando las llevaban ellos mismos a inscribir en la Capitanía de Puerto, en Puerto Chacabuco. Lamentablemente nunca hicieron registros en videos o fotográficos de esos trabajos. 

Doña Rosa, cuenta que en aquel entonces, su abuelo sostenía ideas tradicionales y afirmaba que "las mujeres debían quedarse en la casa”, lo que dificultaba algún posible aprendizaje del oficio. Sin embargo, su padre tenía una perspectiva menos machista del ejercicio de la práctica y su aprendizaje, y siempre estuvo dispuesto a enseñar, sin distinción de género. Fue así como transmitió sus conocimientos a su esposa Rosario, quien también formó a sus hijos e hijas en el oficio. 

Doña Rosa posee conocimientos integrales sobre la Carpintería de Ribera, navegación y pesca. Sabe tejer y manipular redes, y recuerda con claridad una ocasión en que, su padre enfermó y ella y sus hermanos construyeron una embarcación en apenas 15 días. En sus inicios, trabajaba con herramientas manuales como serruchos y cepillos de madera, muchos de los cuales eran fabricados por su padre. No obstante, en la actualidad complementa su labor con motosierras y herramientas eléctricas, las que facilitan el trabajo y son mucho más idóneas para el desarrollo del oficio. 

En sus primeros años, trabajaba exclusivamente con ciprés, una madera blanda y fácil de moldear. Hoy en día, debido a la sobreexplotación y restricciones, debe utilizar maderas disponibles como pino, coigüe y eucalipto, que resultan más duras y menos resistentes al agua de mar. Por esta razón, doña Rosa, atribuye que las embarcaciones actuales suelen ser recubiertas con fibra de vidrio en su exterior, para extender su durabilidad. 

Destaca, dentro de su trayectoria y en su infancia, la experiencia de remar durante todo el día desde el sector de Playas Blancas para llegar a Aysén. Salían a las seis de la mañana y regresaban de noche, y en invierno la escarcha hacía aún más dura la travesía. Solían hospedarse en casas de familiares, y cuando regresaban, dependiendo de las circunstancias, pedían a otras embarcaciones que los remolcaran, ya que con frecuencia volvían con mucha carga, situación que les dificultaba un normal desplazamiento para su regreso. Posteriormente, justo antes del "boom del loco", incorporaron un pequeño motor a su bote, lo que les ayudó en el trabajo y a no depender del remolque de otras embarcaciones, para llegar a su destino. Aunque la vida en el campo fue sacrificada, doña Rosa la recuerda con cariño. Finalmente, tuvo que dejarlo cuando sus hijas ingresaron al colegio. 

Hoy, la señora Rosa Contreras se siente profundamente orgullosa de sus saberes y del legado que ha recibido. Valora el aprendizaje transmitido por su familia y por la cultura, y anhela que esta tradición no se pierda. Por ello, ha comenzado a enseñarla a sus hijas y a su nieto.  

Su historia es también un testimonio del quiebre de estereotipos de género en un oficio que tradicionalmente ha sido atribuido a los hombres, por lo que ser reconocida como maestra carpintera es, para ella, una fuente de alegría y validación. Afirma que “antes se decía que esto lo hacían los hombres no más”, sin embargo, han sido las familias, las mujeres, sus tías y ella misma quienes también han contribuido a resguardar y transmitir este valioso saber. Destaca especialmente a su tía Elcira Ruiz -carpintera no reconocida formalmente-, quien trabajó junto a su tío Lindor, construyendo más de 50 embarcaciones en el campo. 

Domina por completo el proceso de construcción de una embarcación, ya sea bote o lancha —considerando que la diferencia principal entre ambas es la longitud—. Conoce la elaboración de cada parte: la quilla, la roda en la parte delantera, y el codaste en la parte posterior y describe que: “(...) después se apernan y se colocan las plantillas, luego hay que nivelar todas las plantillas y dejarla a nivel, después se coloca el espejo y se coloca la tabla maestra, se sacan las medidas de donde se sacan las cuadernas y se cuece la madera para encuadernar la embarcación, la que se mete en un tubo con agua hirviendo y se saca para encuadernar y prensar rápido antes que se enfríe”. Destaca que el cocer la madera hay que hacerlo siempre que se hace una embarcación nueva y que es una labor muy peligroso porque se trabaja con agua caliente, por lo que hay que utilizar guantes y tener cuidado con niños y niñas, pues recuerda un episodio en el que un sobrino observaba el proceso y por poco fue alcanzado por el agua hirviendo. 

Doña Rosa Contreras es la única mujer carpintera de ribera reconocida en el Registro del Patrimonio Cultural Innaterial, no solo de la comuna de Puerto Aysén, sino de la Región. Sabe hacer desde cero una embarcación, y espera tener un rol activo no solo de forma independiente, sino también como maestra carpintera dentro del Sindicato de Trabajadores Independientes Carpinteros de Ribera de Puerto Aysén. 

Como única mujer reconocida dentro del oficio, destaca también por la inspiración que genera en otras mujeres, para que se dediquen a lo que quieran, no restringiéndose a los roles de género esperados. Motiva además, a otras mujeres para ser reconocidas en el oficio de la Carpintería de Ribera. Y contribuye en la comprensión de la Carpintería de Ribera de forma más integral, considerando a las familias y no solo al cultor como el que hace posible el desarrollo de esta tradición. 

    

  • Identificador SIGPA: CI3802
  • Fecha de registro: 22-07-2021
  • Tipo: Cultor individual
  • Género: Femenino
  • Comuna: Aisén
  • Region: Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo
Ubicacion
Fotografías