Maritza Tapia pertenece a la tercera generación de bordadoras de Copiulemu. Aprendió el oficio en su infancia, observando a su abuela, Juana Silva mientras bordaba al sol en el patio, y a su madre, Blanca Zambrano quien le decía mientras trabajaba en la cocina: “se me calentó la cabeza pensando qué mono voy a hacer”. Desde pequeña imitó esas escenas, adquiriendo la técnica de forma natural y cotidiana.
Con el tiempo, transmitió estos conocimientos a su hija, Jessica Fernández, quien hoy representa la cuarta generación activa en el oficio. Para Maritza, el bordado es parte esencial de su identidad familiar y comunitaria, un vínculo emocional que une a mujeres de distintas generaciones y que le permite expresar los recuerdos campesinos que han marcado su vida. Para ella bordar también ha sido una forma de aportar al sustento económico del hogar y de mantener vivas las historias del territorio.
Durante los últimos 15 años, Maritza ha cumplido un rol fundamental en la directiva de la agrupación, desempeñándose sucesivamente como presidenta, tesorera y secretaria. Ha encabezado reuniones, gestionado proyectos, coordinado actividades y representado a las bordadoras en ferias y encuentros.
Su liderazgo ha sido clave para fortalecer la organización, establecer redes de colaboración y asegurar la continuidad del grupo. Asimismo, ha enseñado la técnica a nuevas integrantes, consolidándose como una referencia para las generaciones más jóvenes. Su rol combina liderazgo, gestión y transmisión de saberes, elementos esenciales para la vigencia del bordado en Copiulemu