Don Luis Villarroel es originario de la Región de Los Lagos e hijo de un reconocido carpintero de ribera, llamado Víctor Villarroel Morales. Cuenta que inició su aprendizaje en este oficio a la edad de 11 años, cuando comenzó a colaborar como ayudante de su padre, observando y asistiendo en la construcción y reparación de embarcaciones. A los 14 años construyó su primer bote auxiliar a remo de manera independiente.
Recuerda que siempre le ayudó a su padre a sujetar las tablas, así como también lo hicieron sus hermanos y su madre, destaca que esto sucede en todos los carpinteros: trabajar con la familia y especialmente con la pareja. Rememora igual con claridad que su papá iba a cortar palos en el monte y los labraba con hacha y los cortaba afuera en la pampa en unos caballetes con una sierra a pulso de 170 cm, las cuales se compraban. Comenta que ese trabajo casi siempre lo hacían puros hombres porque era pesado y con sus dos hermanos aprendieron a “sierriar” (cortar con sierra) de ese modo, para poder hacer las tablas y colocarlas en el bote.
Oriundo del sector de Pichicolo, su entorno familiar estaba vinculado a la pesca, siendo su padre el único carpintero de ribera de la zona, oficio que desarrollaba en un taller ubicado en la misma vivienda, a orillas del mar. Luis Villarroel pertenece a una tercera generación de carpinteros de ribera, pues su abuelo, don Juan Villarroel Morales, también fue constructor de embarcaciones y lanchero a vela, aunque no tuvo la oportunidad de conocer personalmente sus obras.
A lo largo de su vida ha construido botes destinados a la pesca de merluza y ha comercializado embarcaciones en diversos territorios. Vivió durante siete años en Puerto Natales, donde trabajó en la fabricación de lanchas, y posteriormente se trasladó a Hornopirén, lugar donde continuó desarrollando su oficio por tres años, hasta establecerse definitivamente en Puerto Aysén, donde reside desde hace ocho años. Actualmente vive cerca del varadero y es socio activo del Sindicato de Trabajadores Independientes Carpinteros de Ribera de Puerto Aysén, cuya sede se ubica en el mismo sector.
Siempre ha trabajado como independiente mediante tratos de palabras. Afirma que este ha sido el modo tradicional de ejercer el oficio, sin necesidad de contratos escritos.
Don Luis ha construido diversas embarcaciones, incluyendo lanchas de hasta 18 metros, así como múltiples lanchas chicas de entre 12 y 14 metros. Explica que todas las embarcaciones son similares, señala que: “(...) los palos que generalmente son tablones de 2x10 se cocinan, se colocan en un tubo de fierro con agua y se hace fuego en la parte de abajo. Se coloca el tubo para que tenga una pendiente de 60 grados y cuando el agua está hirviendo se coloca el palo adentro”. La madera que usaban cuando era niño eran de alerce, ciprés y mañío, las cuales eran durables, “Las quillas se hacían de ulmo y coigüe, por ejemplo, que son maderas firmes”. Hoy en día estas especies en general ya no están disponibles, siendo común el uso del pino oregón para las cuadernas (piezas curvas que se extienden desde la quilla hacia arriba), la cual es una madera que se pudre muy rápido. La madera se compra en aserraderos y los palos largos y curvos don Luis los consigue con amigos que tienen campo y los moldea con la motosierra para hacer la roda, por ejemplo.
Don Luis explica que el proceso constructivo inicia con la colocación de la quilla, que constituye el eje estructural de la lancha. Le siguen la roda (proa curva), el codaste (estructura posterior curva) y las cuadernas, que funcionan como las “costillas” de la embarcación. Posteriormente se instalan los entablados, los guardabalance (refuerzos laterales contra el oleaje) y el guardaplaya, que protege la curvatura de la estructura.
Trabaja con motosierra, la cual es una herramienta fundamental, además con serruchos eléctricos, prensas, sargento, tecles, gatas, caladoras, roter, ligadora, galletera, taladro, y, herramientas manuales como martillo, puntos, formones, escuadras. Comenta que de éstos, las prensas que son necesarias para entablar, los tecles, sargento y gatas son herramientas que no se ocupan en otras carpinterías.
Recuerda que cuando aprendió era difícil trabajar porque no habían herramientas eléctricas, sino que puras herramientas que él mismo hacía como cepillos de madera con la hoja de metal.
Ha transmitido sus conocimientos a su hermano mayor, quien actualmente también se desempeña como carpintero de ribera en Puerto Natales. Además, ha formado a otros ayudantes, incluyendo a su hijo Eduardo Villarroel, de 24 años, a quien prevé seguir instruyendo para que en el futuro pueda desempeñarse de forma autónoma en este oficio. Considera fundamental enseñar aspectos específicos que solo se adquieren mediante la experiencia directa. Además, trabaja con su pareja de ayudante lo cual señala es “algo bonito”, además de que: “el dinero va quedando en la misma casa”.
Se declara profundamente orgulloso de su trabajo. Le apasiona ver navegar las embarcaciones que ha construido y disfrutar del proceso de instalación de los motores, aspecto que también domina. Siente gran satisfacción al observar cómo su trabajo está sirviendo, y siendo útil para otra persona.
Comenta que lleva muchos años en el oficio y en Puerto Aysén conoce muchas lanchas y que al observarlas sabe claramente cuándo las van a varar y reparar. Reconoce cuál tabla se le va echar a perder y sabe que van a tener que repararlas, y así asegura, “(...) el trabajo no termina nunca”.
Considera que la Carpintería de Ribera es “un trabajo bonito y libre” y que es difícil que se pierda porque los nuevos materiales como los fierros y fibra de vidrio hay que cambiarlos igual,“Si hay embarcaciones hay que repararlas y hacerles mantención igual”, expresa.
Don Luis Villarroel desempeña un rol integral en la Carpintería de Ribera. Ejecuta todas las etapas del proceso constructivo con gran precisión, consciente de que una lancha debe ser funcional y segura en el agua. Presta especial atención al acabado de la cabina y de sus componentes internos, siendo él mismo quien instala los tornillos para asegurar una terminación impecable.
Aunque es optimista respecto de la continuidad de la Carpintería de Ribera piensa que más que un reconocimiento como Patrimonio Cultural Inmaterial, el Estado, sus instituciones y empleados debiera garantizar la existencia de empleo en el oficio, brindar apoyo para que cultores y cultoras dispongan de las herramientas esenciales que requieren su labor y así mismo, debiera apoyar la infraestructura del Sindicato que es único en Aysén, para que realmente sea un lugar adecuado para el trabajo independiente y libre, que es tradicional en el oficio.
En definitiva siente que el Estado tiene un deber respecto del desarrollo de la Carpintería de Ribera en la Región para su continuidad en las futuras generaciones.