Don Juan Curinao nació en Chile Chico en 1959 cerca de las minas que habían en esos años. Lo crió su abuela Elena Elvira Marques Alonso en Caleta Tortel y su tío, ambos ya fallecidos. Se fue de su casa de niño porque quería ser independiente y ganar su propio dinero. Así inició su aprendizaje en la Carpintería de Ribera a la temprana edad de 11 años, cuando empezó a trabajar con el “viejito” Juan Newel. Fue en este contexto que comenzó a desempeñarse en labores asociadas al trabajo con la madera y aprendió a “sierriar” (cortar con sierra), haciendo botes junto a don Juan. Como su ayudante, aprendió tareas fundamentales como afirmar tablas, instalar cuadernas y doblar piezas estructurales. Su aprendizaje fue eminentemente práctico, basado en la observación y la instrucción directa.
Como ayudante, don Juan le pagaba el 40% del valor cobrado por la construcción de los botes. Juntos preparaban la madera y trabajó con él hasta los 17 años. Luego partió al servicio militar en Punta Arenas, pero finalmente no ingresó, y comenzó a trabajar con uno de los mejores carpinteros de la zona de Magallanes. Permaneció allí durante unos tres años, tiempo en el que continuó aprendiendo y perfeccionando su oficio.
Posteriormente se volvió a Tortel y luego se trasladó a Puerto Edén, lugar donde empezó a trabajar de forma más autónoma. Por allá estuvo alrededor de 30 años “casi la mayor parte de su vida”, comenta, viajando a Puerto Natales y a Caleta Tortel a pasear. En 2008, volvió a Tortel, donde se radicó definitivamente.
Desde hace ya varios años, trabaja de manera independiente, dado que prefiere no estar sujeto a jefaturas. Realiza sus labores bajo una carpa, ya que si bien anhela construir un galpón, no cuenta con los recursos para ello, considerando que acceder a un proyecto de financiamiento le resulta complejo. Aún así, posee todas las herramientas necesarias para la construcción de embarcaciones.
Don Juan domina todas las etapas del proceso constructivo: desde la elaboración de la quilla, la roda, el codaste y el espejo “por ahí se parte, por hacer la estructura, la columna vertebral del bote, de ahí viene el encuadernado, el encintado y las plantillas”, hablando con sabiduría. Actualmente, se dedica principalmente a la fabricación de botes de entre 8 y 9 metros. La embarcación más grande que ha construido alcanzó los 12 metros.
En años recientes, se ha enfocado en trabajos de reparación realizados a las seis personas que les quedan botes tradicionales en Caleta Tortel. Expresa que la introducción de nuevos materiales como la fibra de vidrio y el HDP, -considerados más duraderos-, ha generado que disminuya drásticamente la demanda de construcción de embarcaciones de madera. Dado esto, don Juan manifiesta que “ya no hay venta de embarcaciones; solo se hacen reparaciones”. En este sentido, enfatiza “yo creo que en todas partes está pasando lo mismo”.
Le ha transmitido sus conocimientos y prácticas a mucha gente que se ha interesado en aprender. Durante los trabajos de reparación van muchas personas a mirarlo, instancia que aprovecha para ir explicando. Señala que los dueños de las mismas embarcaciones también van a ayudar y van aprendiendo al trabajar con él. En muchas ocasiones expresa, hace que ellos mismos hagan su trabajo y él los va guiando y “mirando no más”. Los últimos botes que hizo, “más que todo fui a asesorar la construcción”, expresa.
En Caleta Tortel ha enseñado, a través de proyectos puntuales, la construcción de botes y chalupas, especialmente dirigidos a personas adultas.
A Don Juan le colabora familia y le acompañan en la construcción de embarcaciones. Le ayudan a cepillar, a afirmar las tablas, poner las prensas, “se manejan en todos esos temas, les falta no más que sepan arreglar las tablas para que no les queden abiertas”, lo cual es fundamental para que el bote quede bueno, “que no le pase ni la luz pa dentro”, señala. Sin embargo, aunque sus hijos le ayudan no han tomado el ritmo y no han hecho embarcaciones propias, “como se ve que no va a tener mucho futuro no se interesan mucho, uno mismo ya no le ve futuro a la carpintería”, reflexiona.
Don Juan, tiene 65 años, ha desarrollado gran parte de su trayectoria laboral como ayudante y actualmente manifiesta que “está colgando los guantes”. Para él, la Carpintería de Ribera ha representado una fuente de trabajo fundamental, indispensable para su subsistencia.
Don Juan Curinao ha desempeñado múltiples funciones en el ámbito de la Carpintería de Ribera. Aunque no se especializa en una sola etapa del proceso, posee un conocimiento integral que le permite ejecutar todas las labores necesarias para la construcción de una embarcación. Desde el trabajo en terreno —como la recolección de maderas nativas caídas en el entorno natural, pues no compra la madera— hasta el armado estructural y los acabados, su experiencia refleja un dominio práctico del oficio. Prefiere trabajar con maderas como el mañío y el tenío, para la quilla y el codaste, y es capaz de distinguir claramente las especies tradicionales, como el ciprés, señalando que “la roda de ciprés uno sabe que es ciprés”
Aunque dice que “está colgando los guantes” desearía que la Carpintería de Ribera tuviera más futuro no sólo para entregar fuentes de empleo a personas como él sino para entusiasmar a las nuevas generaciones y preservar un saber ancestral. Sueña con tener un lugar digno para trabajar y continuar haciendo lo que sabe hacer.
Su experiencia y modo de vida se acerca más a la Carpintería de Ribera tradicional, en el sentido de que busca en su entorno cercano y usa madera que encuentra aún disponible de especies que se utilizaban de antaño y son más duraderas; lo cual contribuye a la salvaguardia de una forma de trabajo autónomo que está desapareciendo casi por completo.
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