Don José Vargas aprendió el oficio de Carpintería de Ribera hace 17 años atrás, cuando llegó a Puerto Aysén y empezó a trabajar con su suegro, don José Barrientos, (conocido entre los carpinteros de ribera como “don Cocheca”). Al cabo de un tiempo se organizaron para seguir desarrollando su trabajo como maestros de ribera y tener un varadero, iniciativa inspirada en el deseo de un colega quien ya falleció, y a quien don José recuerda con aprecio.
Explica que luego de varios trámites e insistir por aproximadamente tres años, la Municipalidad les autorizó construir el anhelado varadero, el que durante mucho tiempo se les negó la posibilidad de implementarlo, principalmente porque su ubicación estaba en una zona catalogada como inundable, lo que retrasó el proyecto.
Don José, se declara nacido y criado en Entrelagos, región de Los Lagos. Cuando niño, observó a personas haciendo reparaciones a embarcaciones menores, y aunque aprendió con su suegro, ya sabía la labor de maestranza de casas, por lo que no le fue difícil desarrollar el oficio de la Carpintería de Ribera, sin embargo, comenta “ (...) el trabajo es más bruto, pues se trabaja con los medios palos”.
Trabajó también en una barraca, experiencia que le proporcionó un conocimiento profundo sobre tipos de maderas, sus dimensiones y cómo adquirirlas de manera eficiente. Habilidades que le han resultado útiles, para continuar con sus tareas en la Carpintería de Ribera. Estos conocimientos fundamentales le permiten hablar con propiedad y comparar ésta con la carpintería tradicional de construcción de casas, considerando que esta última, según su opinión, es menos exigente físicamente y genera mayores ingresos.
Don José, percibe que existe una baja valoración del oficio en Puerto Aysén, lo que se traduce en una escasa remuneración, a pesar de la importancia vital de las embarcaciones en la vida local, pues prácticamente “se vive en las lanchas”, según lo que él logra observar. Ha trabajado en reparaciones mayores, como el cambio de quilla y roda en embarcaciones de gran tamaño, tareas que incluso es realizada entre dos o más personas, dado que es físicamente exigente. En paralelo, ha desempeñado labores comerciales vendiendo palomitas de maíz y maní, por lo que no estaba tan acostumbrado a este tipo de trabajos pesados, comenta.
Aunque trabaja de carpintero de ribera, destaca que su trabajo principal es de comerciante, porque genera más ganancia que con las reparación de botes, en las cuales, generalmente demora 1 mes y gana 200 o 300 mil pesos y, a veces, necesita ayudante, razón por la cual, y a su modo de ver, ya mucha gente no se dedica a esta práctica. Según él cree, para dedicarse a la Carpintería de Ribera se tiene que tener otras entradas de dinero, como en el caso de “don coche”, su suegro, que cuenta con su jubilación, puesto que si no es de esta manera, la subsistencia material y económica se hacen inviables
Don José expresa, tener dominio sobre múltiples aspectos del oficio, como la instalación de tablones y la aplicación de pintura. Estos conocimientos los ha adquirido de manera práctica, observando y asistiendo a su suegro, especialmente en el uso de herramientas como la motosierra. Cuenta que, juntos han trabajado en embarcaciones de hasta 22 metros de largo. Sin embargo, hace ya varios años que no construyen una lancha nueva, principalmente por la escasez de materiales —en particular, madera—, y por la dificultad para cumplir con plazos, condiciones de pago, entre otros.
Comenta que en Puerto Aysén está “jodida la cosa” en comparación con zonas como Chiloé o Puerto Montt, donde el acceso a la madera es más sencillo. Acá traer madera de otros lugares encarece los costos significativamente. Tampoco conviene arrendar una lancha y traerlos de Puerto Montt, porque aunque es más económico igual es caro, por la distancia, manifiesta. Además, el impacto de la transición hacia embarcaciones de fibra de vidrio también ha influido en que se esté terminando el oficio, dado que en Puerto Aysén hay solo dos carpinteros de ribera que saben trabajar con fibra, según expresa. Uno de los cuales se tuvo que ir a especializar a Puerto Montt, dado que en el lugar no están las condiciones dadas para ello.
Don José comenta que ha transmitido sus conocimientos a su hijo, de 15 años, a quien también insiste en que acompañe a su abuelo para que aprenda y continuar así con el oficio. Sin embargo, su hijo “vive en otro mundo, del internet”, señala. A pesar de ello, ha contribuido apoyando a su abuelo, a través de información en Internet, función que su esposa Johana también desempeña, especialmente en su rol dentro del Sindicato de Trabajadores Independientes Carpinteros de Ribera de Puerto Aysén, al que pertenecen.
Johana, su esposa, ha sido un pilar fundamental en el trabajo del Sindicato, encargándose de coordinar actividades, gestionar comunicaciones y participar activamente en eventos relevantes, como la visita de Pancho Saavedra y el equipo de Canal 7, en programas como Al Sur del Mundo y Sabingo, entre otros. Estas visitas han estado centradas principalmente en “don Coche”, quien lleva cerca de diez años trabajando intensamente como carpintero de ribera desde Puerto Aysén hasta Puerto Aguirre, reparando múltiples embarcaciones, ejemplo de ello es el rol que cumplió tras el tsunami ocurrido en la zona el año 2007.
En ese contexto, Johana aporta con “(...) trabajo de escritorio desde el computador” y el uso de esas tecnologías, y herramientas que él y que los carpinteros, en general, no saben realizar. Además, es importante destacar que ella desde pequeña también estuvo vinculada al oficio, ayudando a su padre en tareas propias del oficio.
Don José expresa con humor situaciones cotidianas, como cuando su hijo, luego de ayudar a instalar unos tablones, decidió cobrar más como ayudante que lo que suelen pagar por una reparación completa. También comenta con gracia que su suegra trabaja ocasionalmente pintando o empastando embarcaciones y hace lo mismo, cobrar más de lo que pagan, y, además bromea, que suele pedir ayuda para realizar su parte. Estos recuerdos reflejan el carácter familiar y a la vez precario en que se desarrolla muchas veces el oficio.
Para él, ser carpintero de ribera representa un conocimiento profundo e innegable de un oficio que ha vivido en carne propia, y que en tiempos anteriores era más rentable y valorado. Recuerda que, hace 10 o 12 años, cuando trabajaban estable en la Carpintería de Ribera, las reparaciones se realizaban en menor tiempo y podían cobrarse adecuadamente. Hoy en día, “(...) reparaciones menores de cuatro o cinco tablones ya no se quieren pagar, debido al alto costo y a la escasez de materiales”. Esta realidad se refleja en la cantidad de embarcaciones actualmente varadas en el Sindicato.
La percepción general entre los jóvenes que visitan el varadero es que el oficio ya no es viable económicamente. Aunque considera que la Carpintería de Ribera es una labor hermosa, reconoce con pesar que “lo malo es que es mal pagada”.
Don José Vargas Catalán desempeña principalmente el rol de ayudante en la Carpintería de Ribera, dado que no ha construido embarcaciones por cuenta propia. Su labor se destaca particularmente en el manejo de la motosierra y en la preparación de maderas destinadas a la fabricación o reparación de embarcaciones, además de realizar tareas de pintura.
Se construyó solo su casa, es chofer profesional y ha sido comerciante toda la vida; ahora su esposa también es comerciante, por lo que apoya de forma multifacética al Sindicato de Trabajadores Independientes de Carpinteros de Ribera de Puerto Aysén, siendo también socio fundador.
Manifiesta su deseo de que la organización no desaparezca cuando don José Barrientos, su presidente y suegro, ya no esté. Destaca la importancia de preservar y poner en valor el oficio, asegurar el abastecimiento local de maderas, y mantener la transmisión de saberes, a pesar del avance de nuevos materiales como la fibra de vidrio.