Enrique Campos Aguilar es un cultor tradicional del oficio de la tejuelería en Puyuhuapi, práctica profundamente arraigada en la historia laboral y cultural de la localidad. Este oficio tomó fuerza cuando llegaron los primeros trabajadores chilotes, convocados por los colonos alemanes asentados en la zona. La elaboración de tejuelas de maderas nativas fue durante décadas una de las principales fuentes de trabajo para la comunidad, formando parte esencial de la identidad constructiva del territorio. Para Enrique, este oficio no solo representaba una actividad económica, sino una tradición profundamente instalada en la vida cotidiana del pueblo.
Aprendió la práctica siendo muy niño, acompañando a su tío, Enrique Aguilar Aguilar, quien le transmitió los primeros conocimientos sobre el trabajo en el bosque. Sus inicios estuvieron marcados por la curiosidad y el juego infantil: ayudaba a sacar tejuelas, exploraba el bosque y participaba en las labores sin una obligación formal. Al final de cada jornada recibía algunas monedas, con las que compraba dulces en el negocio de la señora Ciclinde, gesto que recuerda con cariño como parte de una infancia austera pero significativa. Con el tiempo, estas experiencias tempranas se convirtieron en aprendizaje riguroso y profundo.
Enrique recuerda un bosque abundante en grandes canelos, especie emblemática del territorio y materia prima fundamental para el oficio. De su tío aprendió a identificar el árbol adecuado para tejuela: sin nudos, de copa densa y con ramas tardías. También aprendió sobre los ciclos del árbol, señalando el otoño como la época ideal de volteo, cuando la savia baja y la madera adquiere las condiciones óptimas para ser trabajada. Estas enseñanzas, fruto de una larga tradición oral, constituyen la base del saber técnico que sostiene el oficio.
Uno de los conocimientos que Enrique considera más valiosos es la diferencia entre la tejuela partida a macheta y la tejuela aserrada. La primera conserva la hebra natural de la madera, lo que asegura su impermeabilidad y durabilidad, mientras que la segunda corta la hebra y pierde sus atributos tradicionales. Este saber técnico representa la esencia del oficio y la manera en que históricamente se construyeron las viviendas de la zona.
Además del trabajo en el bosque, Enrique fue testigo de importantes cambios en Puyuhuapi: la apertura de caminos, la disponibilidad de madera alrededor de la carretera y la llegada periódica de barcos desde Puerto Montt, eventos que marcaron la vida del pequeño poblado.
Enrique es un portador fundamental y un depositario de conocimientos que preservan la memoria, la identidad y el valor patrimonial de su comunidad.