Don Dagoberto Delgado, de 68 años, comenzó su oficio como carpintero de ribera a los 12 años y desde entonces no ha dejado de trabajar, conservando hasta hoy energía y dedicación admirables.
Nació en Puerto Aguirre, ahí trabajó con su papá, José Alfredo Delgado, hasta los 20 años. Su papá era carpintero de ribera de Puerto Montt y “no sabe cómo aprendió, pero sabía todo”, señala. Comenta que no le enseñaba mucho, por lo que Don Dagoberto aprendió mirando; expresa que “el mismo trabajo le va enseñando a uno”. Aprendió en consecuencia, saliendo con su padre, lejos, solos los dos y hasta por 5 meses, reparando y construyendo embarcaciones. Así trabajó durante 20 años y fabricó alrededor de 50 botes y 4 lanchas, en los sectores, por ejemplo de Quitralco y Chiquilan. Recuerda que a los 14 años ya andaba afuera y “ni se escuchaban las radios ni nada”, así fue su juventud.
Se casó a los 21 años y a los 30 y tantos se fueron vivir a Puerto Aysén. Trabajó como en la antigüedad “con puras herramientas manuales como: hacha, cepillo, serrucho de mano”. Hoy comenta, la tecnología hace más fácil el trabajo, pero llegaron cuando él tenía alrededor de 50 años y no alcanzó a trabajar tanto con éstas herramientas modernas, pues él mismo se hacía y se sigue haciendo sus herramientas manuales hasta la fecha.
Comenta que los trabajos “le llegaban solos y por recomendación”. Ha trabajado con particulares, pescadores, a veces con empresas de Puerto Aguirre, a quienes les arreglaban las lanchas, pues “antiguamente había unas industrias que se dedicaban a las conservas de mariscos y habían muchas lanchas en ese tiempo en Puerto Aguirre, pues todos tenían botes”. La madera la proporcionaban las mismas personas que mandaban hacer los trabajos, y en esos años les pasaban solo ciprés que se partía con una sierra a mano con filo por ambos lados, que debía ser utilizada por dos o cuatro personas. El resto de la madera “se hacía a hacha no más”.
Sabe también cocer la madera, y cuenta que para eso usaban un tubo de fierro que se llenaba de agua, la cual tenía que hervir y ahí la cocían para poder darle la forma de la embarcación que querían.
Don Dagoberto aprendió harto en la práctica pero también enseñando, pues no era egoísta. Lo buscaban de ayudante y así fue aprendiendo y enseñando a varias personas como Don Julio Barrientos y Don José Chuiquiman y otros ya fallecidos. También le enseñaba a gente mayor que él y tenía gente mayor de ayudante dado su rica experiencia desde niño.
Ha enseñado a muchas personas adultas con las que ha trabajado, pues comenta que “la juventud no pesca mucho”. Cuando joven lo buscaron también como profesor de Carpintería de Ribera, ya que un profesor lo había recomendado tras verlo trabajar. En Puerto Aguirre como a los 25 años, también le enseñó a doblar la madera a un curso de Inacap que lo fue a visitar, señalando que “ellos tenían la pura teoría nomas”. Esta fue una rica experiencia para él, pues lo consideraron mucho los estudiantes, y fue en sus palabras “como un reconocimiento”, algo nuevo para él.
Don Dagoberto tiene dos hijos, una hija y una nieta. Sus hijos también le ayudaron desde niños, pero poco. Su esposa María Legue con quién lleva 47 años casado, por el contrario, era su ayudante y trabajaron harto juntos: cocinaban la madera en la casa e hicieron alrededor de 4 botes solos los dos. Según Don Dagoberto, es común que los carpinteros de ribera trabajen codo a codo con sus esposas en la fabricación de embarcaciones pequeñas.
La embarcación más grande que construyó tiene 40 años, la hizo en 1987 y todavía la trabajan. Toda de ciprés y de 20 metros de largo, la construyó para Luis Leal, quién tenía embarcaciones y era pescador y armador; con él trabajó casi 20 años. En esas embarcaciones andaban cuatro personas y tenían cabina con cocina y camarotes; cuenta que “era grandota”. También piloteó esta embarcación y anduvo de patrón navegando.
Sabe construir una embarcación completa y en el agua misma, comentando que trabajaba cuando bajaba la marea y a veces se iba a las 4 de la mañana a construir y/o reparar las lanchas. Señala que “ahí sí que había humedad” y que ahora ya nadie hace ese trabajo, pues ahora es todo moderno, con buenos varaderos y máquinas que tiran y sacan las embarcaciones del agua.
Sobre el oficio expresa que “lo principal de una embarcación es la quilla, que va bajo el mar, la roda y las cuadernas, que son como las costillas”. Comenta que lo que pudre la madera es “la broma”, un gusano marino largo con una cabeza dura que se introduce en la madera y “la va comiendo y haciendo engordar hasta que se hace tira; eso es lo que hace que las embarcaciones necesiten reparaciones y por eso hoy en día se hacen embarcaciones de fierro. Aunque no se ve el daño en las embarcaciones pues se mete por dentro el gusano, es posible que en 6 u 8 meses pudra por completo un bote que no haya salido al mar (...) En el agua dulce al parecer no se pega mucho pues ahora no es tan abundante”.
Para Don Dagoberto, la Carpintería de Ribera representa un profundo orgullo “porque es un oficio harto difícil y muchos no lo saben hacer”, señala. Considera este saber como una herencia familiar y un reconocimiento a sus antepasados, aunque lamenta que sus hijos no hayan mostrado mucho interés por continuar con la tradición. Aún así, valora profundamente lo que este oficio le ha entregado: una vida digna, un hogar y un sustento.
Actualmente, además de la Carpintería de Ribera, realiza trabajos en construcción de viviendas, incluyendo albañilería, cerámica y pisos flotantes. Comenta que esta diversificación fue necesaria, ya que la actividad ribereña ha disminuido con el tiempo debido a la escasez de materia prima y el cambio en los sistemas constructivos. Incluso, se está dedicando a la fibra de vidrio, destacando que se están “modernizando” como carpinteros, incorporando estos materiales y nuevas tecnologías.
Posee un galpón en su casa donde guarda sus herramientas y actualmente se dedica también a trabajar el campo. Compró un terreno que cultiva durante los fines de semana, sembrando productos como papas para el consumo familiar, logrando incluso vender y regalar parte de su cosecha.
A pesar de haber enfrentado una enfermedad grave —un cáncer gástrico diagnosticado hace cinco años, que lo dejó delgado—, continúa activo. “Aunque tenga que comer cosas livianas y de a poquito”, está bien para seguir trabajando, expresa con entereza.
Don Dagoberto ha sido una figura clave en la conservación y transmisión del oficio de carpintero de ribera en la región de Aysén. Reconocido como "el maestro Dago", ha ejercido un rol fundamental como constructor, reparador, maestro y difusor de conocimientos técnicos y prácticos.
Su labor ha ido más allá del trabajo artesanal: ha formado nuevos carpinteros, compartido su experiencia con instituciones educativas y adaptado su oficio a las transformaciones del entorno, como la escasez de materiales y la llegada de nuevas tecnologías. Además, su compromiso con la comunidad y su disposición a enseñar reflejan su importante función como portador del patrimonio cultural asociado a la vida costera y marítima de la zona austral de Chile.
Hoy, su trabajo continúa vigente tanto en la carpintería como en la agricultura familiar, demostrando una resiliencia admirable y una capacidad de adaptación que lo mantienen activo y valorado en su comunidad.