Don Héctor Lizana Gutiérrez nació el 22 de julio de 1928 en la comuna de San Miguel, ciudad de Santiago. Se crio junto a su madre y dos hermanos. A su padre no lo conoció o, más bien, no tiene recuerdo pues se marchó cuándo aún era un niño de cortos años. Sumidos en la pobreza y siendo un niño de 8 años, comenzó a trabajar con el organillero Lucho Patilla; su función era vender juguetes. Completaba el grupo el Bombilla, chinchinero de quién don Tito aprendió los primeros ritmos. Ya a la edad de 10 años toma el bombo y comienza a desempeñarse como chinchinero, recorriendo la calle Eduardo Matte, Ñuble y los alrededores del barrio Franklin, en la ciudad de Santiago. Ya para entonces bailaba al son de la música del organillo del Abuelito Celedonio, por entonces uno de los primeros organilleros de Chile que aún estaban en servicio. En 1940 el dúo comienza una gira por el norte del país; las primeras ciudades son Illapel y Ovalle. La gira se prolonga y al año siguiente, con apenas 13 años de edad, el dúo viaja a Perú, Bolivia y Argentina, para no regresar hasta 1945. Ese año se asocia temporalmente con El Polo, un organillero de Valparaíso y otro organillero capitalino, el Luis Pirulí Contreras.
Solo en 1946 comienza a trabajar como organillero, arrendando un violinopan, el Currucucha. Otros organillos que arrendó en los años venideros fueron el harmonipan Adolorido y el trompeta Jerez de la Frontera a doña Raquel Hernández, antigua empresaria propietaria de varios organillos y un conventillo en el paradero 30 ½ de Gran Avenida. En 1956 vuelve a tomar a ponerse el chinchín cuando su hijo mayor Manuel cumple los 7 años de edad y puede accionar la música del organillo.
En 1962 comienza a bailar con su hijo mayor, constituyendo la pareja Los Patitas de Oro. Para el año 1969 don Tito fue dueño de su primer organillo, el Qué Puntada, una instrumento que fue generoso regalado por el Abuelito Celedonio; el instrumento venía en un saco y la familia tuvo que ingeniárselas para dejarlo en funciones. Así comenzando la tradición familiar que hoy da esplendor al oficio, con cuatro generaciones vivas de cultores, conocimientos de juguetería, percusión, organillo, baile y organería (maestro organero) (por favor, NO lutier, ya?). Tres años más tarde, compra el que va a ser su segundo organillo. En Santiago recorrió los sectores del "matadero" hasta la Alameda y Plaza de Armas. Pero eso no ha sido todo. En 2008, con 80 años cumplidos, viaja a Alemania al OrgelFest de Waldkirchi, Freiburg y su especial se transforma en la sensación de la más importante fiesta mundial del organillo.
Trabajó hasta el verano de 2017 en la feria y recorriendo poblaciones. Es miembro fundador de la Corporación Cultural Organilleros de Chile, con la cual ha viajado al extranjero, gracias al financiamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Corporación Cultural Organilleros de Chile reconocido THV 2013.