La Corporación Cultural Organilleros de Chile es una organización sin fines de lucro, integrada por organilleros y organilleras quienes, en su condición de socios activos definen en asambleas ordinarias y periódicas, las acciones necesarias para proteger el oficio de situaciones lesivas y salvaguardarlo como patrimonio Cultural Inmaterial. La Corporación fue creada en septiembre de 2001, por el Decreto N° 723 de Ministerio de Justicia y como tal, posee estatutos por los cuales se rige. Entre uno de los artículos más importantes, se recalca que para ser socios activos de la Corporación, es necesario ser organillero en ejercicio del oficio, o bien, chinchinero que trabaje con un organillo. De este modo se previene que la Corporación priorice las demandas de los propios organilleros, por sobre otros intereses ajenos al desarrollo del oficio, como es el uso de aparatos electrónicos que simulan ser organillos o, bien, el uso del chinchín o bombo sin acompañamiento de música de organillo legítimo.
La Corporación Cultural Organilleros de Chile comienza sus actividades de facto, tres años antes de obtener su personalidad jurídica, cuando en 1998 el etnomusicólo Agustín Ruiz coordina las primeras reuniones de organilleros en Carmen 340, el insigne centro cultural que gestionara Claudio Di Girolamo durante su periodo como Jefe de la otrora División de Cultura del Ministerio de Educación, luego Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. En 1997 Manuel Lizana consigue financiar un proyecto con dineros de Fondart para restaurar cuatro organillos. Estos instrumentos estaban en pésimo estado desde hacía ya varios años y se corría el serio riesgo de perderlos para siempre. Se restauraron los organillos de Claudio Cortés, Renato Castillo, Leopoldo Mondaca, todos de Valparaíso y el organillo de Rubén España de Santiago. La restauración de estos cuatro organillos con casi un siglo de funciones, tomó casi 8 meses de trabajo de dedicación exclusiva y fue la ocasión para que el maestro Lizana comenzara la transmisión de sus conocimientos a sus hijos Manuel y Héctor. El proyecto permitió también implementar un taller completo para la restauración de organillos, adquiriendo maquinarias y herramientas que hicieron más eficiente el trabajo de organería. Durante el desarrollo de este proyecto los organilleros de ambas ciudades comenzaron a visitar regularmente el nuevo taller de Lizana y con ello, comenzaron a acariciar la esperanza de ser también ellos beneficiarios del trabajo de Lizana. Terminado el proyecto se hizo en el Congreso Nacional una exposición en noviembre de 1997, en la que se exhibieron los resultados del proyecto. El mayor interés de esta actividad se centró en socializar dos aspectos: a) los saberes de don Manuel Lizana Quezada, hasta entonces el único maestro que fabricaba y restauraba organillos en Chile y que permitía la sobrevivencia de los aparatos y el oficio en territorio nacional; b) sensibilizar a la opinión pública y las autoridades políticas del país para conseguir condiciones más favorables para mejorar el trato del Estado chileno para con los organilleros y la institucionalización de los mismos.
El evento tuvo cobertura comunicacional y con ello se comenzó a visibilizar al organillero en esferas en las cuales antes no había interactuado. El éxito de esta gestión puso en contacto a casi todos los organilleros de ambas ciudades. En Santiago comienza a tener lugar reuniones periódicas para alcanzar una organización que facilite adoptar medidas que protejan el oficio. Dos grandes preocupaciones emergieron entonces: a) la restauración y mantenimiento de los organillos; b) la defensa del oficio frente a las arbitrariedades de las autoridades ediles y las detenciones injustificadas por parte de Carabineros. Fueron estos las primeras dos grandes motivaciones para formalizar una organización que se dedicara a la protección del oficio en general.
Después de esta primera exposición comenzó a tomar fuerza también, la idea de la organización del gremio. Fue así que el centro cultural Carmen 340 se transformó en el lugar de reuniones donde se planearía la Corporación, recibiendo el apoyo directo de Di Girolamo y la entonces Área de Cultura Tradicional de la División de Cultura del Mineduc, antecesora directa de la actual Sección de Patrimonio Cultural Inmaterial del CNCA. En esas reuniones se coordinaron también otras acciones importantes, como el segundo proyecto FONDART para dar mantenimiento y reparación a veinte organillos de los socios y socias de la futura Corporación. El proyecto fue ganada y los resultados se exhibieron en el Museo de Santiago Casa Colorada, consiguiéndose por primera vez tener un catálogo y ficha técnica de todos los organillos pertenecientes a la Corporación que aún era de facto.
El 5 de septiembre de 2001 finalmente es publicado en el Diario Oficial el Decreto 723 del Ministerio de Justicia, que da inicio a la vida institucional de la Corporación, proceso exitoso que demoró 6 meses gracias a los aportes y asesoría de la abogada Patricia Reyes Olmedo, contactada en el transcurso de la primera exposición realizada en el Congreso Nacional. Conseguida la personalidad jurídica se constituyó la nueva directiva que estuvo presidida por el maestro Manuel Lizana. A partir de entonces se comienza un trabajo comunicacional en diversos medios comunicacionales, con énfasis en la prensa y la TV. Una de las actividades que logró una cobertura comunicacional nunca antes vista para este oficio, fue la exposición de organillos en la Plaza de la Constitución y el concierto de clausura de la misma, el sábado 29 de marzo de 2003, en el Patio de los Naranjos del Palacio de La Moneda, ocasión en la que asistieron Hortensia Bussi de Allende, la premio Nacional de Arte Margot Loyola, el Tío Lalo Parra y una pléyade de figuras de la cultura y autoridades políticas. A partir de ese momento, los organilleros y su oficio se consagraron en términos fácticos como un patrimonio cultural inmaterial de la nación.
En 2004 los dos presidentes de la Corporación, Manuel Lizana y Manuel Lara (QEPD) viajan a Alemania gracias a un proyecto DIRAC postulado un año antes con la asesoría de Marianela Riquelme y Agustín Ruiz. El viaje posibilitó la toma de contacto con la fábrica de organillos y órganos de iglesia Jaeger und Brommer Waldkircher Orgelbau, ubicada en la Selva negra alemana, 20 km al norte de Freiburg. En esa oportunidad los organilleros realizaron importantes gestiones para la divulgación del oficio del organillero chileno fuera de nuestras fronteras, comprobando por testimonios y documentos fotográficos, que el oficio en Chile aún mantiene varias de las características que tenía el mismo oficio en Alemania, previo a su desaparición poco de la Segunda Guerra Mundial. La visita de los organilleros chilenos causó tal impresión en los empresarios de esta fábrica, que uno de ellos comprometió su visita a Chile para conocer en terreno la realidad de oficio.
El domingo 29 de mayo de 2005, en el contexto de las celebraciones del Día del Patrimonio Cultura, la Corporación recibe la Medalla UNESCO, entregada por la alcaldía de la ciudad de Valparaíso, declarando al oficio Patrimonio de la Ciudad. A la sazón estaba en Chile el empresario Wolfgang Brommer quien, un año antes, había comprometido su visita a la Corporación. La fecha marcó un hecho sin precedentes, pues fue la primera declaratoria que recibirá el oficio. Por este motivo, la Corporación celebró retribuyendo a la ciudadanía porteña con un concierto didáctico en el Teatro municipal de la ciudad. En la ocasión la Corporación entregó preseas de agradecimiento a Margot Loyola y Claudio Di Girolamo, por la permanente defensa del oficio y las gestiones de apoyo incondicional que en todo momento tuvieron para con el oficio.
Tras la visita de Brommer los organilleros son invitados a participa en el Orgelfest, un festival de organilleros que cada tres años tiene lugar en Waldkirch, Alemania. La invitación consiste en dos pasajes de avión más la estadía en Alemania para todos los organilleros que quieran asistir. Viajan cuatro organilleros que realizaran varios días de presentaciones.
Reconocimiento Tesoros Humanos Vivos 2013
Reconocidos Tesoro Humano Vivo por dignificar el oficio y mantener viva una expresión festiva urbana que se extiende a lo largo del país, convocando a personas de diversas edades en torno a la sonoridad y el baile.