Víctor Segundo González Mardones
Coihaique, Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo

Víctor González Mardones nació en la comuna de Puerto Aysén, Región de Aysén. Sus padres eran trabajadores agrícolas, originarios de la Provincia de Curacautín en la Región de la Araucanía, quienes posteriormente se trasladaron a vivir a la localidad de Mañihuales cercano a la comuna de Aysén, buscando mejores oportunidades. Víctor comenzó en el rubro de la tejuela a temprana edad, teniendo alrededor de doce años, cuando acompañaba a su padre a las montañas, en el sector del cerro rosado, a buscar y cortar trozos de madera de Lenga, utilizando solo herramientas como una trozadora. Salían incluso en temporada de invierno, debiendo hacer fuego en un fogón, ya que los palos se escarchan y se ponía quebradizo el trozo. Aun así, no tenían que hacer un campamento, como era común en el rubro, pues poseían una casa cerca de la montaña a la cual volvían por las tardes.

De esta forma, Víctor comenzó a aprender de muy pequeño, al utilizar machetes y partir la tejuela. Si bien, era una labor que involucraba un riesgo a su edad, Víctor recuerda haber pasado varios inviernos elaborando tejuelas, junto a su padre como también junto a otros trabajadores de la zona. Trabajaba principalmente con árboles caídos, con madera muerta, pero cuando no encontraba debía voltear la madera con un hacha y luego se cortaba y metaneaba con machetones. Así, aprendió que la tejuela de Lenga emerge luego de varios cortes con otros machetones “son dos machetones uno para partir y el otro para labrar”. De esta forma, quedan parejas.

La madera que sería utilizada en la confección de tejuelas debía tener ciertas características particulares y pasar ciertos criterios de selección, Víctor se fijaba en la corteza del palo, en la hebra “el palo para la tejuela siempre tiene que tener la corteza finita, y la hebra buena”. La hebra puede ser vista al fijarse en el palo, si es que está torcido, si es que va de vuelta en vuelta, eso significa que la hebra va para el lado; en cambio, su padre para ver si la hebra estaba buena, cortaba con el hacha un trozo de abajo del árbol y le sacaba un metan pequeño, como una astilla. Luego de eso debían golpear el palo y fijarse en el sonido “cuando está sano suena como hueso, en cambio si el palo está malo adentro suena medio bofo”.

El proceso continuaba luego de tener los metanes. Debía llevarlos a un partidor, y con la macheta se partía la tejuela. Finalmente se realizaba un despunte con la misma herramienta, para luego tener todas las tejuelas juntas y hacer una amarra con nylon. Junto a su padre solían trabajar la madera de Coihue también, pero como se ha vuelto difícil de encontrar Coihue blanco, se han mantenido con la Lenga, siendo esta una madera más dura según Víctor. Las tejuelas las dejaban en el bosque hasta que estuviesen terminadas, realizando aproximadamente 1000 a 2000. Al terminarlas, las acarreaban para la casa, donde después el cliente lo pasará a retirar. De tal forma, las tejuelas realizadas por Víctor fueron utilizadas en la Iglesia de la localidad. Actualmente el rubro de la tejuela se ha visto dificultada por las nuevas medidas de planes de manejo, lo cual hace más complejo el acceso al recurso de la madera, por dicha razón la producción de tejuelas ha disminuido considerablemente. Cada vez van quedando menos tejueleros, ya sea porque se retiran del rubro o porque fallecieron. Además, hacer tejuelas implica sufrir de dolencias en el codo y muñeca por el uso deciertas herramientas, situación que no permite que más personas se incorporen a desarrollar el oficio. Víctor menciona que le gusta compartir sus conocimientos, porque es una forma de que personas de distintas partes puedan conocer su rubro, un rubro que para él tiene importancia y tradición familiar.

Víctor González se encuentra ejerciendo el rubro, sin embargo, enfrentando la serie de dificultadas mencionadas para la continuidad del oficio.

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