Soledad Santi es de Lleu Lleu en Cañete, región del Biobío. En el marco de la investigación realizada entre 2018 y 2019, se extraen citas biográficas sobre su historia como tejedora.
“Yo tenía 33, 34 años cuando aprendí a tejer, hoy tengo 40 años. Hace unos cuatro años apendí a hacer trarikan, a través de mi profesora, Dominica Quilapi, ella nos hizo un curso de trarikan. Empezamos a hacer el amarrado y el teñido, yo hice un centro de mesa y después yo solita empecé a hacer cintillos, las piezas más fáciles para aprender a hacer, que son piezas más pequeñas.

Si yo hubiese visto a mi abuela tejiendo, yo habría tenido esa sabiduría de antes, habría sido experta ahora en tejer, pero como tejí después, yo tenía 33, 34 años cuando aprendí a tejer y cuesta, hasta el día de hoy me cuesta tejer, el hacer algunos diseños.
Los productos que he elaborado son centros de mesa, cintillos, realmente yo lo ocupé para la pared, de esos he hecho como dos y unos para poner en los cojines. A mi me gusta hacer centros de mesa, de primera yo no sabía, hacía el centro de mesa no más, pero ahora hace poco la Domi me dijo que esos tenían una medida, así que ahora lo estoy haciendo con medida. Igual el cintillo, pero es fácil de hacerlo.
Sobre trarikan no he enseñado, pero a tejer sí, a mi hija, le enseñado a tejer a telar. Es importante sí, obvio que sí, porque no se conoce, porque no hay muchas personas que lo realicen o no se da en el uso y yo no la conocía, no la había escuchado nombrar nunca.”

A pesar de que Soledad comenzó tarde a tejer, según ella, posee la motivación e interés por continuar con el oficio, independiente de los problemas para comercializar, los cuales son el principal obstáculo para que continúe en la práctica. Sin embargo, lo aprendido ya lo transmite a su hija de 12 años, quien está aprendiendo a tejer a telar. Por otro lado, siendo segunda directora de la agrupación We Witral, lleva a cabo un importante rol de gestión como parte de la directiva de la asociación.