María Virginia Pérez Chiguay
Guaitecas, Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo

La señora María Virginia Pérez Chiguay, nace un primero de mayo de 1934 en la localidad de Tranque comuna de Quellón, Isla Grande de Chiloé, lugar del cual sus padres emigraron a Melinka con sus nueve hijos, siete mujeres y dos hombres. Esto aproximadamente durante el año 1950, cuando la señora María tenía tan solo 16 años de edad. Decidieron migrar de Tranque, cuando ocurrió una catástrofe en la agricultura de la zona, por lo que nos indican tanto la señora María como otros habitantes de Melinka que pasaron por la misma situación, las siembras de papa se perdieron todas y la semilla no germinaba. "Y ahí se cabrearon mis mayores y se vinieron pa’ Melinka, mi papá vino en un chalupón, trajo una casa (…) Vinimos en una lancha a vela, pura vela y puro remo (…) Aquí en Melinka había una sola callecita acá abajo" (M. P.). El padre de la señora María, Manuel Pérez Guinao, se dedicaba al trabajo en madera, específicamente en la explotación del ciprés de las Guaitecas (Pilgerodendron uviferum), la confección de tejuelas, la pesca y la cholga seca (Mytilidae). Sus padres, al hacerse de un poco de capital se instalaron con una pensión en la localidad de Melinka, la cual se ubicaba en la costanera del poblado, al tiempo también expandirían su rubro instalándose con un depósito, el cual era un negocio donde se vendía vino. "Era negociante mi mamá, ella no sabía leer ni escribir, pero ninguno la hacía lesa" (M. P.). La señora María, cuando llego a Melinka con sus 16 años, para la época ya estaba en edad de trabajar, por lo que en un principio se dedicó a trabajar con patrones como nos comenta ella, que en este caso era el cuidado de niños. Después de un tiempo dejó este tipo de trabajo y comenzó a ayudar a su padre en las faenas de la madera, hasta que a los 19 años se casó con don José Saldivia, hombre de mar un año mayor que ella. Tuvieron siete hijos, tres mujeres y cuatro hombres, todos vivos en la actualidad. Quienes fueron criados en la vida del mar, la familia entera participaba de las faenas de la cholga seca y el pescado ahumado, como recuerda la señora María que con sus siete hijos tenía que salir a trabajar. Recuerda que un tiempo en Melinka se trabajaba con el intercambio de los productos como la cholga y el pescado que se intercambiaban por víveres a los patrones, tiempos en que no se conocía el valor de su trabajo nos comenta. "Los patrones que habían aquí, eran salvajes si la mujer quedaba y no le iba bien al marido no le daban víveres" (M. P.). Con el paso del tiempo los recursos existentes en las Guaitecas se fueron agotando, lo cual fue generando que los pescadores de la zona deban migrar a buscar su producto a lugares más lejanos, como por ejemplo Puerto Edén o la Laguna San Rafael. En el caso de la familia de la señora María y su marido José, decidieron trasladarse a Coyhaique a vivir, tenían 32 y 33 años aproximadamente. Con sus siete hijos llegaron a Coyhaique, donde vivirían 28 años, pasando diversas experiencias, tanto buenas como malas. En Coyhaique Llevó a cabo diversos trabajos, como en los planes de empleo mínimo (PEM), que como recuerda los sueldos eran muy bajos para vivir. Mientras don José, su esposo, tuvo que salir a trabajar al interior, por lo que ella quedó sola con sus hijos. Trabajó vendiendo cholgas secas, luche y otros productos del mar que enviaba su esposo. Uno de los trabajos que mejor recuerda en su estadía en Coyhaique, fue en el taller de las Siervas de San José y específicamente con la Madre Amadora Peña González (QEPD), quien la ubicó por sus conocimientos en textilería, para que trabajase con ella en el taller, donde aportó confeccionando ropa para los niños, frazadas, colchones y toda prenda, que se pueda confeccionar con lana. La señora María se encuentran muy agradecida de la Madre Amadora, ya que ésta la ayudó a construir su casa que tanto necesitaba. En la actualidad la señora María Pérez, se encuentra viviendo nuevamente en la localidad de Melinka, junto a su esposo y algunos de sus hijos. Además es una de las fundadoras del Club de Adulto Mayor de Melinka del cual es presidenta. Antecedentes de la especialidad o práctica: Contexto: Según Galindo (2004), el comportamiento folclórico de las tejedoras de la región de Aysén, es particular en sus técnicas tradicionales, aprendidas de manera pragmática, transmitida de madre a hija en el caso de los trabajos en lana. Este arte folclórico se realiza principalmente con una finalidad utilitaria, funcional, para el uso personal o familiar y como plantea el autor, no tiene pretensiones artísticas, pero en el caso de los artesanos en cuero y lana sí tiene pretensiones comerciales. "(…) Los campesinos de Aysén continental (…) desarrollan la confección de aperos para la cabalgadura y para dominar al ganado, y sus mujeres, tejen en el telar los ponchos, frazadas y peleras, que forman parte también de sus aperos e indumentaria (…)" (Galindo, 2004, p.70) Según Naranjo y Mekis (2011) las mujeres dedicadas al oficio del telar hacen especial hincapié en la dificultad de adaptarse al clima y naturaleza de la zona. Donde el aislamiento y escasez de todo tipo de cosas generaba, y podríamos decir que genera la exigencia del ingenio, el hacer mucho con poco, con lo que se tenga a mano, para la satisfacción de las necesidades básicas. “(…) Esta situación dará inicio a una incipiente industria artesanal de confecciones y permitirá la aparición de manifestaciones artesanales de gran calidad (…) de este modo, la textilería se desarrolló de manera extendida en los diferentes asentamientos rurales y semiurbanos de la región (…)” (Osorio, 2006 en Naranjo y Mekis, 2011) Según las autoras mencionadas, la tradición textil hace evidente la herencia cultural, como los nombres de ciertas partes y herramientas que componen el telar que provienen del mapudungún, y aunque en los tejidos de Patagonia no se encuentran los mismos símbolos, sí existe relación en la funcionalidad de los tejidos. "(…) la pelera o chañu, la kutama o maleta, el pontro o frazada, la matra, la manta y la trarûchiripa o faja. Desde la cotidianeidad araucana traspasaron generaciones y viajaron kilómetros y kilómetros para instalarse hace ya varias décadas en las casas australes, fundiéndose definitivamente en la tradición campera de la Patagonia (…) (Naranjo y Mekis, 2011, p.30). El trabajo textil desarrollado en la región de Aysén desde sus inicios fue transformándose y adquiriendo características de acuerdo al hábitat y las formas de vida de las comunidades de Patagonia. Dejando de utilizar los símbolos de la cosmovisión mapuche. Desarrollando un tejido sobrio, dotado de combinaciones de colores extraídos de la naturaleza y hechos rápidamente para la necesidad de abrigo. "(…) Este nuevo núcleo artesanal austral generaría una textilería con características particulares tanto en la dimensión técnica (desarrollo y uso de herramientas, técnicas de hilado, urdido y tejido), como en la dimensión simbólica y funcional de las piezas textiles (denominación, carga simbólica y uso de los diversos tejidos) (…)”. (Osorio, 2007 en Naranjo y Mekis, 2011, p.30). Las madres y abuelas son quienes transmiten el conocimiento a sus hijas y según Naranjo y Mekis (2011), el aprendizaje era visual, ya que las niñas observan como sus madres y abuelas hilan y tejen frente a ellas. Esto comienza entre los cinco y seis años, donde comienzan a hilar como si fuera un juego. Para luego pasar al nivel de tejer con palillos, croché y por último el telar. Lo que concluye con la confección de sus propias piezas, en un principio para ayudar a sus madres en las tareas domésticas o para la venta, luego cuando se emparejan y se van de sus hogares, emprenden su propio camino como artesanas. "(…) Forman su hogar y dentro de él un nuevo espacio para el trabajo textil, sus maridos les construyen muchas veces su primer telar y con la llegada de los hijos vuelve a empezar el ciclo formativo (…)". (Naranjo y Mekis, 2011, p.31). Dentro del sistema en general de la confección de telares existen las mujeres que hilan y tejen o quienes llevan a cabo solo una de las prácticas, por lo que existirían las hilanderas y tejedoras, las primeras realizan la faena de escarmenado, lavado e hilado de la lana para posteriormente vendérselas a la tejedoras, cuestión no menor ya que este trabajo es de mucho esfuerzo y paciencia. Según la investigación de las autoras, las mujeres hilaban mucho más que en la actualidad, llegando a haber más hiladoras que tejedoras. "(…) Cuentan que durante el año había concursos de hilanderas, muy populares en su época. Si bien hay lugares del sur donde aún se siguen practicando, no consiguen el mismo nivel de participación y entusiasmo de antes. El concurso se realiza entre varias hilanderas, ganando la que antes termina de hilar un ovillo (…)". (Naranjo y Mekis, 2011, p.31). La textilería en la Patagonia como indican las autoras, tiene sus propios tiempos, existiendo momentos del año idóneos para cada actividad que requiere el sistema en general. La organización es la siguiente: "(…) Entre Noviembre y Enero se realiza la esquila de las ovejas a manos de los hombres de la familia, quienes cortan el pelo que posteriormente se convertirá en lana. El lavado de la lana se deja para el verano, aunque si el tejido apremia se puede lavar en cualquier época del año. El hilado se hace durante todo el año pero el invierno resulta ideal; hay más tiempo para dedicarse a la lana ya que la nieve hace imposible el trabajo en el campo. Por último, está el tejido que, al igual que el hilado, aumenta su actividad en el invierno cuando el frío invita a quedarse en casa y la escasa luz natural extiende el tiempo libre (…)"(Naranjo y Mekis, 2011, p.35). En un documento elaborado por SERCOTEC (1988), se menciona la textilería como el rubro artesanal predominante en la región a partir de la elaboración de medias, frazadas, mantas, suéteres y gorros. “(…) De este modo, la textilería se desarrolló de manera extendida en los diferentes asentamientos rurales y semiurbanos de la región y actualmente se constituye en la principal manifestación artesanal de Aysén, si se considera la gran cantidad de cultoras y la importante variedad de objetos confeccionados (…)” (Osorio, 2006, pp. 44-45). Se considerará como artesanos, aquel o aquella capaz de transformar la materia prima, elementos naturales de la tierra, utilizando principalmente sus manos, las cuales apoya con herramientas e incluso medios mecánicos. Generando productos, utilitarios, artísticos, culturales, funcionales, tradicionales, simbólicos que se consideren socialmente significativos. Práctica: El proceso para preparar la lana comienza después de la esquila, que es cuando se lava el vellón, tal cual como llega de la esquila, después se escarmena, se hila y se tiñe o se puede teñir primero y después se hila. Primero se lava el vellón, con agua hirviendo o bien caliente con detergente, después se enjuaga con agua fría y se pasa por la centrifuga, si se echa a lavar a una lavadora no se obtienen buenos resultados ya que se corta la fibra, hay que lavarla a mano y por pedazos no echar el vellón entero sino de a poco, una vez que se saca la lana del agua, se apalea y después se pone en la centrifuga, lo que igual ayuda con el proceso del escarmenado. Después se escarmena la lana, es decir, se separan las hebras de lana, para que vayan cayendo los residuos que puedan quedar y se va abriendo la fibra, luego de esto se comienza el proceso del hilado, que puede ser con huso o rueca. Una vez hilada la lana, ésta se transforma en madeja la cual estaría lista para su teñido. El proceso de teñido se lleva a cabo con productos naturales como raíces o cáscaras, ahí juega con los mordientes, elementos que uno le pone a la lana en su proceso de teñido, sal, piedra lumbre, sulfato de cobre, bicarbonato, vinagre, entre otros, que pueden hacer variar el color, por ejemplo con cáscara de cebolla y piedra lumbre se puede obtener amarillo, pero si se le agrega sulfato de cobre sobre la piedra lumbre, ésta queda verde y si lo hace sólo con sulfato de cobre, queda otro verde. Ya lista la lana, teñida y en madeja, se ovilla, se pueden juntar de dos hebras, o torcer, para hacer un ovillo más grueso y una hebra más firme o hacer directamente el ovillo con una hebra. Las lanas de dos hebras sirven para tejer mantas y maletas, o prevenciones como también se denominan, las lanas de una hebra se usan para hacer bajadas de cama o choapinos que no son tan apretadas. "Trabajaba hacía frazadas, hacía mantas, lavaba lana, teñía, estuve trabajando cuatro años seis meses en el taller San José en Coyhaique, ahí hacia de todo (…) En ese tiempo hilaba, tejía, teñía, hacia colchones. Haciendo colchones empecé y de ahí hacia tejidos". (M. P.). Los colchones, como nos indica la señora María, se confeccionan con telas que son cosidas tanto a máquina como a mano, se costuran por dentro dejando espacios destinados para colocar la lana escarmenada, la cual será fijada en su lugar por medio de amarras. La señora María nos comenta que también confecciona alfombras por medio de telar, específicamente el que se trabaja en piso entre dos personas. "Pero no de esos telares parados que hay ahora, uno tenía que hincarse con las rodillas, un telar grande que tejíamos dos mujeres, unas tremendas alfombras" (M. P.). FUENTES:  Galindo L. (2004). Aisén y su Folclor, Fondo Regional de las Artes y la Cultura, Coyhaique Patagonia Chilena.  Osorio, M. (2006). He de Hablar con Ciertos Muertos. Revista de Antropología Visual Nº 8, Santiago, diciembre de 2006.  Naranjo, J. y Mekis C. (2011). Telar Patagón, una guía para principiantes. FONDART, CNCA. Coayhaique Patagonia Chilena.  Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española - Vigésima segunda edición, www.rae.es Consultado 15 de Julio, 2013.

  • Identificador SIGPA: CI1519
  • Fecha de registro: 22-08-2013
  • Tipo: Cultor individual
  • Género: Femenino
  • Comuna: Guaitecas
  • Region: Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo
Ubicacion