María Inés Cadagán Sierra
Río Ibáñez, Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo

La señora María Inés, nació y se crió en la localidad de Puerto Río Tranquilo. Su padre, Domingo Cadagán, llegó el año 1949 desde valle Simpson. El año 50 su padre fue a buscar a quien sería su madre, doña Blanca Sierra Casanova a Coyhaique, quien era nacida y criada en el sector de Valle Simpson, ambos tuvieron 6 hijos, entre ellos la señora María Inés. Los padres de la señora María Inés se asentaron en el sector de Río León. A los 22 años se casó y tuvo dos hijos, continuó viviendo en Río León, ya que su marido trabajaba en el asentamiento del lugar, después se fueron a vivir a Puerto Río Tranquilo, con el objetivo de criar a sus dos hijos, más tarde arribaron a Argentina en busca de trabajo, luego se trasladaron a Puerto Cisnes, Mañihuales y Puerto Aysén, donde vivieron por siete años. Por último volvieron a la localidad de Puerto Río Tranquilo. En la temporada de verano trabaja como manipuladora de alimentos en CONAF, al igual que su marido, quien se desempeña trasplantando árboles. “Pero cuando se acaba la temporada se acaba el trabajo”, así que se dedica a la lana. Relata que cuando se casó y se fue de la casa de sus padres, la vida ha sido bien dura para la señora María Inés, ya que siempre ha tenido que hacer lo que se puede junto a su marido para sobrevivir.


Según Galindo (2004), el comportamiento folclórico de los sogueros (arte en cuero) y tejedoras de la región de Aysén, es particular en sus técnicas tradicionales, aprendidas de manera pragmática, transmitida de padre a hijo en el caso de los sogueros en cuero y de madre a hija en el caso de los trabajos en lana. Este arte folclórico se realiza principalmente con una finalidad utilitaria, funcional, para el uso personal o familiar y como plantea el autor, no tiene pretensiones artísticas, pero en el caso de los artesanos en cuero y lana sí tiene pretensiones comerciales. "(…) Los campesinos de Aysén continental (…) desarrollan la confección de aperos para la cabalgadura y para dominar al ganado, y sus mujeres, tejen en el telar los ponchos, frazadas y peleras, que forman parte también de sus aperos e indumentaria (…)" (Galindo, 2004, p.70) Según Naranjo y Mekis (2011) las mujeres dedicadas al oficio del telar hacen especial hincapié en la dificultad de adaptarse al clima y naturaleza de la zona. Donde el aislamiento y escasez de todo tipo de cosas generaba, y podríamos decir que genera la exigencia del ingenio, el hacer mucho con poco, con lo que se tenga a mano, para la satisfacción de las necesidades básicas. “(…) Esta situación dará inicio a una incipiente industria artesanal de confecciones y permitirá la aparición de manifestaciones artesanales de gran calidad (…) de este modo, la textilería se desarrolló de manera extendida en los diferentes asentamientos rurales y semiurbanos de la región (…)” (Osorio, 2006 en Naranjo y Mekis, 2011). Según las autoras mencionadas, la tradición textil hace evidente la herencia cultural, como los nombres de ciertas partes y herramientas que componen el telar que provienen del mapudungún, y aunque en los tejidos de Patagonia no se encuentran los mismos símbolos, sí existe relación en la funcionalidad de los tejidos. "(…) la pelera o chañu, la kutama o maleta, el pontro o frazada, la matra, la manta y la trarûchiripa o faja. Desde la cotidianeidad araucana traspasaron generaciones y viajaron kilómetros y kilómetros para instalarse hace ya varias décadas en las casas australes, fundiéndose definitivamente en la tradición campera de la Patagonia (…) (Naranjo y Mekis, 2011, p.30). El trabajo textil desarrollado en la región de Aysén desde sus inicios fue transformándose y adquiriendo características de acuerdo al hábitat y las formas de vida de las comunidades de Patagonia. Dejando de utilizar los símbolos de la cosmovisión mapuche. Desarrollando un tejido sobrio, dotado de combinaciones de colores extraídos de la naturaleza y hechos rápidamente para la necesidad de abrigo. "(…) Este nuevo núcleo artesanal austral generaría una textilería con características particulares tanto en la dimensión técnica (desarrollo y uso de herramientas, técnicas de hilado, urdido y tejido), como en la dimensión simbólica y funcional de las piezas textiles (denominación, carga simbólica y uso de los diversos tejidos) (…)”. (Osorio, 2007 en Naranjo y Mekis, 2011, p.30). Las madres y abuelas son quienes transmiten el conocimiento a sus hijas y según Naranjo y Mekis (2011), el aprendizaje era visual, ya que las niñas observan como sus madres y abuelas hilan y tejen frente a ellas. Esto comienza entre los cinco y seis años, donde comienzan a hilar como si fuera un juego. Para luego pasar al nivel de tejer con palillos, croché y por último el telar. Lo que concluye con la confección de sus propias piezas, en un principio para ayudar a sus madres en las tareas domésticas o para la venta, luego cuando se emparejan y se van de sus hogares, emprenden su propio camino como artesanas. "(…) Forman su hogar y dentro de él un nuevo espacio para el trabajo textil, sus maridos les construyen muchas veces su primer telar y con la llegada de los hijos vuelve a empezar el ciclo formativo (…)". (Naranjo y Mekis, 2011, p.31) Dentro del sistema en general de la confección de telares existen las mujeres que hilan y tejen o quienes llevan a cabo solo una de las prácticas, por lo que existirían las hilanderas y tejedoras, las primeras realizan la faena de escarmenado, lavado e hilado de la lana para posteriormente vendérselas a la tejedoras, cuestión no menor ya que este trabajo es de mucho esfuerzo y paciencia. Según la investigación de las autoras, las mujeres hilaban mucho más que en la actualidad, llegando a haber más hiladoras que tejedoras. "(…) Cuentan que durante el año había concursos de hilanderas, muy populares en su época. Si bien hay lugares del sur donde aún se siguen practicando, no consiguen el mismo nivel de participación y entusiasmo de antes. El concurso se realiza entre varias hilanderas, ganando la que antes termina de hilar un ovillo (…)". (Naranjo y Mekis, 2011, p.31). La textilería en la Patagonia como indican las autoras, tiene sus propios tiempos, existiendo momentos del año idóneos para cada actividad que requiere el sistema en general. La organización es la siguiente: "(…) Entre Noviembre y Enero se realiza la esquila de las ovejas a manos de los hombres de la familia, quienes cortan el pelo que posteriormente se convertirá en lana. El lavado de la lana se deja para el verano, aunque si el tejido apremia se puede lavar en cualquier época del año. El hilado se hace durante todo el año pero el invierno resulta ideal; hay más tiempo para dedicarse a la lana ya que la nieve hace imposible el trabajo en el campo. Por último, está el tejido que, al igual que el hilado, aumenta su actividad en el invierno cuando el frío invita a quedarse en casa y la escasa luz natural extiende el tiempo libre (…)"(Naranjo y Mekis, 2011, p.35). En un documento elaborado por SERCOTEC (1988), se menciona la textilería como el rubro artesanal predominante en la región a partir de la elaboración de medias, frazadas, mantas, suéteres y gorros. “(…) De este modo, la textilería se desarrolló de manera extendida en los diferentes asentamientos rurales y semiurbanos de la región y actualmente se constituye en la principal manifestación artesanal de Aysén, si se considera la gran cantidad de cultoras y la importante variedad de objetos confeccionados (…)” (Osorio, 2006, pp. 44-45). Se considerará como artesanos, aquel o aquella capaz de transformar la materia prima, elementos naturales de la tierra, utilizando principalmente sus manos, las cuales apoya con herramientas e incluso medios mecánicos. Generando productos, utilitarios, artísticos, culturales, funcionales, tradicionales, simbólicos que se consideren socialmente significativos.


La señora María Inés, comenta que una vez que se esquila la lana, se debe elegir la de mejor calidad, ya que no todas las ovejas tienen lana buena para hilar, de un montón de ovejas, unas diez pueden tener buena lana, aunque sean de la misma raza, hay unas ovejas de raza Corredal y Merino que son buenas, pero la merino tiene que estar cruzada con otra para que sea realmente buena. Después de que se elige la lana, hay que lavarla, se le dan tres aguas, con agua caliente y jabón, hay gente que la hila con veri (grasa de la lana), pero la señora María Inés no, así que la lavar antes de hilarla, luego escarmena la lana, separa la hebra a mano, estirándola de a poco y despacio, para prepararla para el huso. Luego se hila la lana, se va torciendo con el huso para hacer una hebra firme, después, al tener la lana hilada se pueden torcer las hebras nuevamente para hacerlas dobles, y para así darle mayor resistencia y terminación. Se demora dos días en hilar 1 kilo de lana y la vende a 15 mil pesos el kilo de lana hilado.


FUENTES:  Galindo L. (2004). Aisén y su Folclor, Fondo Regional de las Artes y la Cultura, Coyhaique Patagonia Chilena.  Osorio, M. (2006). He de Hablar con Ciertos Muertos. Revista de Antropología Visual Nº 8, Santiago, diciembre de 2006.  Naranjo, J. y Mekis C. (2011). Telar Patagón, una guía para principiantes. FONDART, CNCA. Coayhaique Patagonia Chilena.

  • Identificador SIGPA: CI1498
  • Fecha de registro: 21-08-2013
  • Tipo: Cultor individual
  • Género: Femenino
  • Comuna: Río Ibáñez
  • Region: Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo
Ubicacion