Ana Paillamil es de Nueva Imperial, región de La Araucanía. En el marco de la investigación realizada entre 2018 y 2019, se extraen citas biográficas sobre su historia como tejedora. “Comienzo a los 8 años, muy chiquitita, viendo tejer a mi madre. Pero con ella aprendí las técnicas más lisas, de base y después ya con el tiempo me fui perfeccionando, yo creo que a los 20 años empecé a practicar más técnicas, entre esas el trarikan. Soy tercera generación de tejedoras, mi mamá es tejedora desde los 20 años, ella es la trasmisora de este arte.  Mi primera pieza fue a los 12 años y fue una bajada de cama.

He enseñado trarikan a un grupo de mujeres, porque cuando recién empecé con mis talleres, uno de los grupos con el que comencé, sentí el compromiso en el avance de las técnicas y pensé que debían saber hacerlo. Pero son las únicas personas con las que lo he trabajado.

El tema del trarikan lo veo con harto respeto, no lo veo como que lo armaré silbando. Para mí es más religioso, me hace más sentido, pero la técnica de trarikan me hace concentrarme, pensar. Creo que es un legado que nos dejaron, es como un compromiso al final. Uno se compromete a que esto no se pierda, y hemos perdido tanto, el idioma, costumbres, así que creo que a este arte, es como la obligación de seguir transmitiendo, enseñando, hacer que este arte no se pierda. Yo lo siento así. Me siento en la obligación de devolver la mano, porque si ellos fueron generosos conmigo, también hay que hacerlo con el resto de la gente”.

Anita es experta tejedora, pero además cumple un importante rol de dirigenta, ya que hace más de 10 años que es presidenta de la Asociación de Tejedoras “Wallontu Witral”, que significa “Alrededor del telar” y que congrega alrededor de 80 mujeres, de 5 comunas de La Araucanía. Su desempeño como gestora es muy relevante, ya que está a cargo de la comercialización de los productos de las socias, de la adquisición de materias primas, del control de calidad de las piezas, entre otros. Por otro lado, también se encarga de investigar en torno a la memoria colectiva del textil, conversando con la gente mayor, para entender y comprender su oficio, pues considera vital el manejo de la dimensión simbólica del textil, no sólo de la técnica. Asimismo, se empeña en educar a quienes adquieren piezas, con el objetivo de lograr a futuro una valoración de las técnicas y de los productos que ofrece la agrupación.

Sobre la transmisión del conocimiento, opina:

“En mis capacitaciones, en el primer día, doy una charla. Yo me apoyo de diapositivas, le enseño a la gente y, después, si estamos tejiendo, este es ñirewe, no palito, es trape no amarra. Trato de ir educando con los nombres que cada uno de los materiales recibe, eso falta en la gente que enseña y los significados. Les pregunto qué creen que significa y la gente comienza a imaginarse. Es increíble la cantidad de información que ellos no saben que tienen. Pero veo que, en la mayoría de los casos, la gente aprendió la técnica, pero no aprendió los contenidos, la simbología, la explicación la pasaron por alto”.