La Tejuelería en la región de Aysén concierne a las diferentes técnicas y conocimientos movilizados para la elaboración de unidades de tejuela labradas, en estrecho vínculo con determinadas especies arbóreas del territorio sur austral de Chile, cuyo ejercicio se expresa como un oficio tradicional que requiere de especialización, siendo desarrollado por personas que son reconocidas en las localidades donde habitan, bajo la denominación común de “tejueleros” o “tejueleras”. Ambos aspectos, tradición y especialización, son igualmente relevantes. El reconocimiento colectivo realza por un lado el carácter tradicional del elemento, puesto que conecta con procesos históricos de poblamiento y arraigo en el territorio, así como con un habitar característico de las personas que arribaron a este desde fines del s. XIX e inicios del XX, quienes fueron “entejuelando” viviendas y espacios comunitarios como parte de las estrategias locales de adaptación al entorno. La especialización, por otro lado, alude a la adquisición de habilidades y conocimientos a través de una práctica sostenida en el tiempo, denotando la vocación y talento innato de la o el tejuelero, así como el grado de destreza alcanzado.

Aquellos que han cultivado el oficio, manejan con maestría los distintos eslabones del proceso productivo–preproducción, producción y postproducción- incluyendo un conjunto de conocimientos ecosistémicos relacionados con la realización de trayectos en los cursos de agua y los bosques; la elección de los ejemplares arbóreos idóneos mediante técnicas de reconocimiento visual y auditivo; el volteo, trozado y metaneo de los  árboles escogidos; así como la posterior extracción y labrado de las tejuelas, muchas veces en los mismos bosques. Este último momento es crucial, pues es allí que “emergen” las tejuelas, desplegando un procedimiento manual que requiere de precisión, y que asegura una calidad muy superior a la tejuela elaborada con ayuda de máquinas aserradoras.

El conjunto de conocimientos y técnicas asociados se adquiere mediante una práctica situada en el paisaje local y sostenida en el tiempo, la cual tradicionalmente se ha desarrollado en el contexto de faenas madereras familiares, así como en las faenas de cuadrillas madereras. Así, su aprendizaje no tiene restricciones relacionadas con lazos de parentesco o roles comunitarios, sino que constituye una práctica otrora extendida, para la cual se requiere de vocación, talento innato y persistencia en el ejercicio. Frecuentemente son los abuelos, padres, tíos o maridos quienes han enseñado a sus hijos, sobrinos, nietos y también compañeras. Del mismo modo, puede ser un compañero de cuadrilla o trabajo el que ha trasmitido los conocimientos y técnicas a sus colegas. Siendo un “elemento” que se desarrolló en el marco de esta amplia tradición maderera, donde la figura masculina ha sido protagonista, ha quedado en un segundo plano la labor de mujeres, niños y niñas, por lo que la categoría de “tejuelero” se ve comúnmente asociada a hombres adultos o de avanzada edad. Se trata, sin embargo, de un condicionamiento del contexto, pues en rigor, la edad y el sexo o género no constituyen una restricción, constando la iniciación a temprana o a avanzada edad, así como la existencia de tejueleras reconocidas, admitiendo la participación de mujeres en el oficio. Cuando el aprendizaje es temprano, se puede iniciar la labor a los ocho años, desarrollando tareas básicas como ordenar las tejuelas, llevar los metanes al partidor, ordenar desechos, cargar herramientas y apoyar la elaboración de los paquetes. Una vez adquiridas habilidades mínimas, pueden participar de la partida y labrado de las tejuelas. También es posible adquirir los conocimientos en la edad adulta, mediante el aprendizaje con algún tejuelero compañero de trabajo. En ambos casos, la posterior especialización y reconocimiento colectivo como tejuelero o tejuelera se debe a la persistencia personal en el ejercicio continuo del oficio, ya que refleja la vocación y talento innatos.

La persistencia en el oficio entonces, va de la mano de una tradición familiar y colectiva, manteniendo elaboración de tejuelas por encargo y transmitiendo en algunos casos las técnicas y conocimientos del oficio a sus hijos, hijas y nietos, con plena conciencia de su valor en cuanto manifestación tradicional, así como de las dificultades y bajas posibilidades de continuidad.

La Tejuelería se desarrolla de manera individual, en el sentido de que la o el tejuelero ejecutan los distintos momentos del ciclo productivo como una única unidad productora, más allá de que lo hagan acompañados o con apoyo familiar. Así, los encargos de tejuelas labradas son asumidos por una o un mismo cultor, quien se asiste de ayudantes y familiares, en los casos en que no acuden solos al bosque. En ocasiones excepcionales, cuando el volumen de tejuelas encargado es muy superior, se realiza la labor con otros cultores, compartiendo el trabajo y ganancias, mas se trata de una modalidad poco común.

La práctica se mantiene vigente gracias al ejercicio de personas de edad avanzada, en su mayoría hombres. Las edades reflejan las actuales dificultades de transmisión, siendo en su mayoría adultos y adultos mayores que rondan entre los 60 a 75 años.

Actualmente, se reconocen obstáculos crecientes para el ejercicio de la tejuelería, entre los que destacan  la competencia con otros materiales constructivos, así como la progresiva dificultad en la obtención de maderas nativas adecuadas. Es así que la transmisión, más que verse modificada, ha disminuido, resaltando los mismos cultores el sacrificio que implica su ejercicio en circunstancias cada vez más adversas, favoreciendo ellos mismos la integración de sus hijos, sobrinos y nietos en un sistema educativo y espacios de trabajo que les den acceso a mejores condiciones de vida.

Actualmente, la tejuelería se desarrolla escasamente en la región de Aysén. Las principales especies arbóreas que sirven como materia prima son el Ciprés de las Guaitecas y la Lenga, observando crecientes dificultades en su obtención, así como la competencia con otros materiales constructivos en desmedro de la tradicional tejuela labrada. Así y todo, es posible encontrar personas que aún cultivan el oficio, en las localidades de Caleta Tortel, Lago Negro, Puerto Guadal, Villa Ortega, Repollal Alto y Melinka. 

  • Identificador SIGPA: E3131
  • Folio: 2014_002b
    Investigaciones
  • Informe Técnico. Tejueleros del Ciprés de Las Guiaitecas, Melinka, región de Aysén - C. Castillo, 2015
  • Tejuelería en la región de Aysén. Informe de actualización de Investigación Participativa - U. Austral de Chile. Dirección de Vinculación con el Medio, 2018
  • Resumen de "Tejuelería en la región de Aysén. Informe de actualización de Investigación Participativa" - . Subdirección de Patrimonio Cultural Inmaterial, 2018
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