Los Arrieros Cordilleranos de Paso el León
Cochamó, Los Lagos

Atravesar la omnipotente Cordillera de Los Andes a caballo, y recorrer cientos de hectáreas surcando caminos y valles, siguiendo estrechas huellas que bordean profundos acantilados, es la travesía que realizan los arrieros cordilleranos, y hablamos específicamente, de los arrieros del Paso El León en la comuna de Cochamó, provincia de Llanquihue, región de Los Lagos, lugar que conserva un paisaje natural que emociona por lo aún prístino de su exuberante belleza.

El arreo consiste en ir a buscar decenas de vacunos, cabras y corderos que se mantienen pastando en las montañas, agruparlos con la ayuda de perros e ir vendiéndolos en el camino hacia el pueblo de Cochamó. Para estos arrieros, que viven en lo alto de la cordillera, los animales son su único sustento. Pero más allá de eso, ésta es una labor de supervivencia donde pareciera que toda la cordillera les pertenece, ya que aún se pueden mover libremente por el territorio.

Este trabajo implica un gran sacrificio para los arrieros y sus familias, para los caballos y los animales que transportan. Las nuevas generaciones que se crían en el Paso El León ya no se dedican a esta labor, siendo los hermanos René y Adolfo Montero y su vecino “Toto” Bahamondes, los últimos eslabones de una tradición sin igual.

A fines del siglo XIX y principios de siglo XX en la comuna de Cochamó se estableció un asentamiento humano que llegó de diversos puntos del territorio y de la República Argentina, atraídos por la bonanza económica que daba la zona al instalarse una procesadora de grasa de animal vacuno, la cual era cargada en barcos que llegaban al puerto de Cochamó. Nacen así los arrieros cordilleranos, hombres que eran los encargados de arrear grandes piños de animales desde Argentina hacia Chile.

Los vecinos de esa zona cuentan que en esos años en los pasos fronterizos no había ningún tipo de control e indican que tampoco había un control sanitario, por lo tanto, los animales pasaban sin ningún tipo de problema al territorio nacional, creándose una casta de arrieros que con el tiempo siguieron desarrollando esta actividad hasta el día de hoy, transmitiendo esta enseñanza de generación a generación. Hoy día, los arrieros son hijos y nietos de ese grupo de hombres que partió con la actividad, la que después de terminada la faena de producción de grasa continuó, toda vez que los propietarios de grandes piños de animales debían sacarlos hacia Cochamó.

Hay que considerar que recién hace unos 30 años existe una red vial hasta la localidad de Rio Puelo y Cochamó, por lo tanto, los arreos que se hacían previo a la construcción del camino eran hasta la localidad de Ensenada y de ahí ingresaban por la costa del Lago Llanquihue hasta llegar a Puerto Octay, o bien, a la localidad de Chan- Chan, donde los animales recién eran cargados en camiones para luego ser llevados a las ferias ganaderas.

Hoy los escasos arrieros que quedan siguen realizando el mismo trabajo, pero los arreos son hasta el Valle de Cochamó o hasta Llanada Grande. El principio sigue siendo el mismo, dado que la ruta que se debe hacer es cruzando parte de la cordillera de Los Andes en una travesía que puede durar –según la ruta escogida– entre 3 a 5 días, dependiendo del factor climático y de la cantidad de animales que se lleve.

Reconocimiento Tesoros Humanos Vivos 2013


Reconocidos por representar una actividad epopéyica, que ha sido sustancial a lo largo de toda la frontera del país y que aún tiene ciertos focos de persistencia. A través de esta actividad cordillerana, nos invitan a mirar el patrimonio cultural inmaterial en uno de los territorios más extensos, notables e imponentes de nuestro país, la Cordillera de Los Andes.

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